Acompaña a la poesía

jueves, 8 de mayo de 2008

El caso de la Llave Oscura - Capítulo I: Matías Moscardi

El espectro que se hacía llamar Las Musas me lo había exigido hace tiempo, y mi desidia no hacía más que alimentar sus presiones. Debía encontrar la oscura llave que une a los poetas con la música.

-¿Por qué yo? Le dije.

Eso, mi Cielo, es obra del destino.

Sí, a mí también me sorprendió que me dijera de ese modo. Pero la situación no era para risa, encontrar una llave oscura ocupa toda una vida y encontrar la puerta de esa llave todas las demás. Las Musas me impelía ¡Siiiigue las pistasss! ¡¡Siiigue las pistass!!

¡Dios! qué fantasma molesto.

En la primaria me habían dicho que San Martín le abría la ventana a las moscas y le enseñaba a Merceditas no matar ningún ser por más insignificante que pareciera.

La mosca venía hasta mi cara, la espantaba y se iba hasta la cómoda a pararse sobre un peine. De nuevo venía hasta mi cara, y a la cómoda, al peine. Así hasta que bueno ¡¿Cuánto más?! La fui a buscar…
Quieta sobre el peine, apenas unos pasitos a derecha y a izquierda. La mosca sobre el peine. El peine, Mascardi. La mosca y Mascardi... ¡Moscardi! ¡Matías Moscardi!

Comenzaría mi búsqueda yendo a Mar del Plata y preguntándole a él. Al fin y al cabo había ganado el concurso “Un día entero con Matías Moscardi”. No se podía negar.

Tomé el tren y 17 horas después estaba en la Estación de Mar del Plata. -Un record -anunció el guarda con una sonrisa. Crucé hasta los taxis -A lo del poeta Moscardi, lo más rápido que pueda, ya me perdí el desayuno.

Para mí la música siempre se relacionó con la poesía; y al revés. -Me dice Moscardi en el almuerzo-. El lenguaje, antes de ser un sistema de símbolos, tiene que haber sido un sonido puro, sin significado. Podríamos arriesgar esto: lo que antecede al idioma y a la lengua es precisamente la música, la condición de posibilidad de todo lenguaje. Si eso es verdad, para que exista la poesía tiene que existir la música.
-¡Ricas Chuletas!

Ahora, pensando en términos concretos, desde los años 70, más o menos, el rock modificó la cultura y sus bloques de percepción. Muchas letras de rock son poemas increíbles, como “Polly”, de Nirvana, o “Breath” de Pink Floyd. Y muchos poetas son músicos de rock. Pienso en Leonard Cohen, por ejemplo, que tiene discos extraordinarios, un libro de poemas genial como Flores para Hitler y una novela, Perdedores hermosos, que Luca Prodan alguna vez leyó. También Maiakovsky, que intercalaba en sus poemas algunas partituras de música clásica. Jim Morrison tiene un libro de poemas. De Argentina se me ocurren Spinetta y Francisco Bochatón. Creo que en última instancia son actividades que están hermanadas no sólo por la estética sino porque poesía y música comparten, me parece, una sensibilidad análoga y una práctica que las une: me refiero a un determinado animal de escritura, que tiene su propio comportamiento y su propio modo de alimentación.
Paseando por La Rambla confiesa -Personalmente, lo primero que escuché en mi vida fue la canción “Raquel” de Los auténticos decadentes. Recuerdo la tapa del disco, en donde los integrantes de la banda flotaban contra un fondo amarillo con círculos verdes. Ese fue mi primer contacto con la música. Después, para evitar el tema de los rótulos, digo que escucho música "alternativa" aunque no me refiero al género sino a mi forma de escuchar y de elegir lo que escucho, porque intento estar "alternando" todo el tiempo, de manera constante. Lo último que escuché es un disco de una banda de fines de los 80: Dinosaur Jr. El disco es del 2007 y se llama Beyond. Parece grabado con un micrófono de quince pesos y hay una voluntad de evitar toda la prolijidad de la tecnología para concentrar la fuerza exclusivamente en la canción, aunque J. Macis es un guitarrista increíble. -Y lanzándonos en parapente desde el Torreón del Monje agrega- Este año descubrí varias cosas: Flopa, discos viejos de P. J. Harvey, el disco nuevo de Massacre, algunas canciones de Lisandro Aristimuño, Medulla, de Bjork, volvió Jagged Little Pill, de Alanis Morrisette, Okey Dokey, de Boom boom kid, algunas canciones de Cocorosie, una banda de dos hermanas que hacen música con juguetes, en Bahía Blanca una amiga me mostró Hamacas al río y Mi pequeña muerte, dos bandas que me gustaron mucho, descubrí el disco The winding sheet, de Mark Lanegan, grabado con Kurt Cobain, también fui a ver en vivo a Miranda, a Café Tacuba, y a los Divididos. Por la tele, vi un show impresionante de una de mis bandas preferidas: Nine Inch Nails.
-En la cena- Con respecto a cómo influye la música a la hora de escribir, a veces pienso en la música como temática, el Baterista Grunge o el Surfer Rosa, que aparecen en unos poemas que escribí, son tópicos del rock; pero también pienso en la música como técnica: el ritmo, por ejemplo, la afinación previa a la ejecución, o incluso la lírica que aportan las canciones. Por lo general estoy bastante atento a las letras de las bandas que escucho. En algunos poemas que escribí aparecen explícitamente versos robados de la música. También, a veces, escribo escuchando algún disco.
-Dice chau, y cierra la puerta.
¿Es suficiente? -le digo a Las Musas. No, sigue buscando -vocifera y desaparece dejando un hongo de humo... sólido.


Matías Moscardi, poems

*
Domingo. 15:22 en punto.
No están quietas las ramas de los árboles,
aunque parecen inmóviles algunas cosas:
el techo de un cuarto designado
para que el cadáver de la abuela
no se moje con la lluvia;
el almanaque de madera
con una fecha en números dorados.
Ninguna de estas cosas parece moverse.
No están quietas las ramas de los árboles.

*

Adormecidos
por el invierno del cuerpo,
los asesinos naturales sueñan
con algo hermoso para incendiar.
Aunque entre el cerebro y el corazón
está la posibilidad de despertar las células
que sirven para autoextinguirse como
un fuego que crece agujereando un diario
desde el centro hacia los bordes,
hasta desparecer.

*

Por ejemplo:
si lográs drogar a los ángeles y a las moscas…
no quisieras ver esas palabras escritas así,
acostado abajo de la cama, desvestido en el éter,
con un cinturón de seguridad cruzándote los ojos,
sonriendo amablemente por algo que todavía guardás
sin nacer adentro tuyo.

*

O si papá encierra una rata
entre bidones de suavizante,
mata la rata a palazos,
levanta la rata envuelta en papel,
desinfecta el piso, llega a casa y dice
desconozco la mugre.